Escribir cuentos
Para los aficionados a escribir cuentos, incluimos aquí un resumen de un artículo muy interesante de Manuel Alberca Serrano, titulado “Aproximación al cuento moderno”. El artículo se publicó en el nº8 de la Revista Cauce, Revista de Filología y su Didáctica, y el artículo original completo puedes leerlo en la web del Aula Virtual Cervantes.
La dificultad de escribir cuentos reside, sin duda, en que su compleja y precisa estructura hace que se asemeje a la maquinaria de un reloj, donde ninguna pieza sobra y ninguna debe faltar, so pena que éste no funcione y su fracaso sea más ostensible que en otros géneros de reglas menos rígidas, como la novela o el poema.
De este modo, analizo los elementos fundamentales de esta maquinaria, que conviene conocer para escribir cuentos, al tiempo que el contraste comparativo con los rasgos de la novela servirá para evitar todo elementos que carezca de funcionalidad en el cuento. Dichos elementos fundamentales a tener en cuenta a la hora de escribir cuentos son:
- Suceso único.
El cuento es, ante todo, la narración cuyo argumento se reduce a un único suceso o hecho en estado puro, es decir, reducido a su síntesis y desprovisto de pormenores anecdóticos. Este rasgo del cuento, sin ser el más importante, es la base sobre la que se van a ir superponiendo el resto de elementos, con los que mantiene una fuerte interrelación. Por tanto, de esta característica argumental del cuento —ocuparse de un solo acontecimiento— se derivan el resto de características que dan especificidad a este género literario.
La elección de un suceso sorprendente, extravagante, es un buen punto de partida para escribir cuentos. Hay que destacar que en literatura, como en casi todas las artes, el factor sorpresa y la ruptura del automatismo con que asimilamos los acontecimientos cotidianos —«desautomatización o estrañamiento»— constituyen un argumento para captar y atrapar la atención del lector.
2. Íntimamente ligado al rasgo anterior, se encuentra la brevedad. En realidad, esta no es una característica propia del cuento, como generalmente se ha dicho, sino una consecuencia que se deriva de que para contar un suceso no son precisas muchas palabras.
Augusto Monterroso ha escrito el cuento más breve que se pueda, quizás, imaginar; tan breve que es posible citarlo por completo. Lo titula El Dinosaurio, y dice así: «Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí». Sin embargo, podrían darse cuentos, y se han dado —como La increíble y triste historia de la Cándida Eréndira y de su abuela desalmada, de García Márquez—, que no sean necesariamente breves.
De cualquier modo, el relato del hecho no debe prolongarse más allá de lo que se necesita para desarrollarlo y explicarlo.
- Tensión y efecto.
Tan importantes como la brevedad del cuento, son la tensión y el efecto que se deben producir en el lector, y ambos factores se necesitan recíprocamente. La narración del cuento no debe conocer momentos bajos o digresivos, como puede ser la descripción de una habitación, que en una novela llega a ocupar una o varias páginas. El cuento ha de mantener en su brevedad, una tensión o intensidad constantes. Esto quiere decir que un relato breve no pueda tener aparentemente momentos descriptivos o digresivos, pero, como más abajo se verá, estos alcanzan a lo largo del relato una funcionalidad muy precisa; es decir, cada elemento del cuento, por pequeño que parezca, debe estar plenamente justificado en su relación con el resto, de tal modo que ningún elemento debe quedar suelto.
Quiero decir con esto que el cuento no conoce tiempos muertos, porque la tensión debe sentirse de principio a fin. Para ejemplificarlo, digo que una novela se puede leer a lo largo de varios días y con tantas interrupciones como creamos necesario hacer sin que nada de lo fundamental se pierda. En un cuento, no. El cuento exige del lector una lectura de un tirón, de una sola vez, si no queremos que el efecto y la tensión de diluyan. Y cuando el cuento es bueno, y nos ha enganchado totalmente, no podremos dejarlo hasta el final.
… Y precisamente para que el cuento mantenga la tensión necesaria y el efecto final no se evapore, los elementos de tensión deben estar calculados y dosificados debidamente. A esta técnica de crear y sostener la tensión se le puede llamar recurrencia, sirviéndome de un término que procede de R. Jacobson. Para ello es preciso que al escribir cuentos tengamos presente que todos los elementos deben someterse al hecho central del relato, como si cada palabra, objeto o detalle de éste fuera un indicio del hecho argumental o influyera en él.
- Narración y tiempo.
Hasta ahora he hablado de los elementos del cuento como son suceso, tensión y efecto; es decir, he tratado de cómo encontrar un buen argumento y de cómo dosificarlo a lo largo del relato. Pero nada se ha dicho todavía de su desarrollo narrativo.
Narrar, como se sabe, es referir uno o varios sucesos desde una determinada perspectiva temporal. El tiempo propio de la narración es el pasado, como mostró E. Staiger, y el cuento género narrativo por excelencia, adopta esta perspectiva temporal de manera prácticamente constante. Pueden escribirse relatos desde una perspectiva de presente, pero esta posibilidad es obviamente una licencia narrativa, que se utiliza según convenga al cuento. Por no hablar del relato en tiempo futuro, que en su presunción máxima antes que una narración sería una previsión.
Los relatos de ciencia ficción o fantaciencia que son por definición los más futuristas, dejando aparte otras consideraciones sobre su intención, están escritos como si los hechos allí contados estuviesen sucediendo o hubiesen sucedido ya.
En el aspecto del tiempo, la novela suele ser bastante más flexible y alternar los distintos tratamientos temporales, en un procedimiento que quiere crear la impresión de una cadena de hechos abierta hacia el futuro. Por el contrario, el cuento adopta una estructura temporal mucho más rígida, y precisamente en ese aspecto radica una de las dificultades de escribir cuentos buenos. El cuento narra un suceso acabado y por tanto se sitúa siempre en el pasado.
Pero la peculiaridad de este hecho ya ocurrido es que alcanza con su influencia el presente (tiempo desde el que se narra y que necesariamente coincide con el tiempo de la lectura), porque es en este momento cuando se explica o se comprende la razón de ese suceso o cuando menos se abre una interrogación sobre ese hecho ya sucedido que no encuentra respuesta sino en forma de duda.
- Personajes.
El auténtico personaje del cuento es, deber ser, el acontecimiento mismo que se constituye en su protagonista. Los personajes carecen de relieve propio y deben estar concebidos en función del suceso central. Horacio Quiroga, a propósito de este aspecto, en su lapidario e irónico Manual del perfecto cuentista dice: «Toma los personajes de la mano y llévalos firmemente hasta el final, sin ver otra cosa que el camino que les trazaste. No te distraigas viendo tú lo que ellos no pueden o no les importa ver».
Todo personaje que quiera alcanzar un protagonismo en el cuento o una caracterización psicológica, social o política muy marcadas estará impidiendo la viabilidad efectiva del cuento y terminará por eclipsar lo único importante: el hecho contado.