Para ser escritor

Para ser escritor

Para ser escritor, según Stephen King

¿Qué se necesita para ser escritor? Lo habrás oído muchas veces. Es posible que también lo hayas leído en alguna otra entrada de este blog, pero no nos cansaremos de repetírtelo. Si quieres convertirte en escritor, primero tienes que ser lector. Un lector empedernido, que lee tanto lo bueno como lo malo, y que lee por gusto, porque le interesan las historias, no como una obligación. Un lector que no solo se conforma con terminar un libro, sino que luego se detiene con el libro entre las manos, (pueden ser solo unos minutos o incluso varios días), para analizar el texto. El escritor es también un lector que se pregunta cómo le ha hecho sentir un texto, y trata también de entender y encontrar lo que el texto no dice, pero sugiere. Lo que está debajo. Si aprendes a leer así, y lo haces a menudo, te garantizo que tu camino para ser escritor está mucho más cerca de lo que piensas.

Para ser escritor, lo primero es hacer dos cosas: leer mucho y escribir mucho. No conozco ninguna manera de saltárselas, dice Stephen King. El escritor norteamericano, conocido sobre todo por ser el autor de novelas de terror como Carrie o El resplandor, en su libro Mientras escribo, nos habla de la importancia de la lectura y nos recuerda que todo aprendizaje debe siempre verse como una forma de disfrute. Si no disfrutas cuando practicas algo, si no te diviertes, verás el ensayo como una obligación y nunca lograrás avanzar en lo que estás haciendo.

Si quieres ser escritor, lo primero es hacer dos cosas: leer mucho y escribir mucho. No conozco ninguna manera de saltárselas. No he visto ningún atajo.

Yo soy un lector lento, pero con una media anual de setenta u ochenta libros, casi todos de narrativa. No leo para estudiar el oficio, sino por gusto.

Cada noche me aposento en el sillón azul con un libro en las manos. Tampoco leo narrativa para estudiar el arte de la narrativa, sino porque me gustan las historias. Existe, sin embargo, un proceso de aprendizaje. Cada libro que se elige tiene una o varias cosas que enseñar, y a menudo los libros malos contienen más lecciones que los buenos.

Cuando iba a octavo encontré una novela de bolsillo de Murray Leinster, un escritor de ciencia ficción barata cuya producción se concentra en los años cuarenta y cincuenta, la época en que revistas como Amazing Stories pagaban un centavo por palabra, Yo ya había leído otros libros de Leinster, bastantes para saber que la calidad de su prosa era irregular. La novela a que me refiero, que era una historia de minería en el cinturón de asteroides, figuraba entre sus obras menos conseguidas. No, eso es ser demasiado generoso; la verdad es que era malísima, con personajes superficiales y un argumento descabellado. Lo peor (o lo que me pareció peor en esa época) era que Leinster se había enamorado de la palabra zestful, «brioso». Los personajes veían acercarse a los asteroides metalíferos con «briosas sonrisas», y se sentaban a cenar «con brío» a bordo de su nave minera. Hacia el final del libro, el protagonista se fundía con la heroína (rubia y tetuda) en un «brioso abrazo». Fue para mí el equivalente literario de la vacuna de la viruela: desde entonces, que yo sepa, nunca he usado la palabra zestful en ninguna novela o cuento. Ni lo haré, Dios mediante.

Mineros de asteroides (no se llamaba así, pero era un título parecido) fue un libro importante en mi vida de lector. La mayoría de la gente se acuerda de cuándo perdió la virginidad, y la mayoría de los escritores se acuerdan del primer libro cuya lectura acabaron pensando: yo esto podría superarlo. ¡Cono, si ya lo he aperado! ¿Hay algo que dé más ánimos a un aprendiz de escritor que darse cuenta de que lo que escribe, se mire como se mire, es superior a lo que han escrito otros cobrando?

Leyendo prosa mala es como se aprende de manera más clara a evitar ciertas cosas. Una novela como Mineros de asteroides (o El valle de las muñecas. Flores en el ático y Los puentes de Madison, por dar algunos ejemplos) equivale a un semestre en una buena academia de escritura, incluidas las conferencias de los invitados estrella.

Por otro lado, la buena literatura enseña al aprendiz cuestiones de estilo, agilidad narrativa, estructura argumental, elaboración de personajes verosímiles y sinceridad creativa. Quizá una novela como Las uvas de la ira provoque desesperación y celos en el escritor novel («No podría escribir tan bien ni viviendo mil años»), pero son emociones que también pueden servir de acicate, empujando al escritor a esforzarse más y ponerse metas más altas. La capacidad arrebatadora de un buen argumento combinado con prosa de calidad es una sensación que forma parte de la formación imprescindible de todos los escritores. Nadie puede aspirar a seducir a otra persona por la fuerza de la escritura hasta no haberlo experimentado personalmente.

Vaya, que leemos para conocer de primera mano lo mediocre y lo infumable. Es una experiencia que nos ayuda a reconocer ambas cosas en cuanto se insinúan en nuestro propio trabajo, y a esquivarlas. También leemos para medirnos con los buenos escritores y los genios, y saber hasta dónde se puede llegar. Y para experimentar estilos diferentes.

Quizá te encuentres con que adoptas el estilo que más admiras. No tiene nada de malo. De niño, cuando leía a Ray Bradbury, escribía como él: todo era verde y maravilloso, todo visto por una lente manchada por el aceite de la nostalgia. Cuando leía a James M. Cain me salía todo escueto, entrecortado y duro. Cuando leía a Lovecraft, mi prosa se volvía voluptuosa y bizantina. Algunos relatos de mi adolescencia mezclaban los tres estilos en una especie de estofado bastante cómico. La mezcla de estilos es un escalón necesario en el desarrollo de uno propio, pero no se produce en el vacío. Hay que leer de todo, y al mismo tiempo depurar (y redefinir) constantemente lo que se escribe. Me parece increíble que haya gente que lea poquísimo (o, en algunos casos, nada), pero escriba y pretenda gustar a los demás. Sin embargo, sé que es cierto. Si tuviera un centavo por cada persona que me ha dicho que quiere ser escritor pero que «no tiene tiempo de leer», podría pagarme la comida en un restaurante bueno ¿Me dejas que te sea franco? Si no tienes tiempo de leer es que tampoco tienes tiempo (ni herramientas) para escribir. Así de sencillo.

Las Diez reglas de escritura

Las Diez reglas de escritura

Las diez reglas de escritura de Sarah Waters

Sarah Waters es una escritora británica autora de obras como Falsa identidad o Ronda nocturna. Pero hoy no vamos a hablar de sus libros, sino sobre los diez consejos que ella cree que hay que tener en cuenta a la hora de escribir. A ver qué os parecen.

1. Lee a lo loco

Pero trata de hacerlo analíticamente. Esto puede ser difícil, ya que cuanto mejor y más convincente es una novela, menos conscientes somos de sus mecanismos. Pero vale la pena tratar de entender esos mecanismos porque podrían resultarnos útiles en nuestro propio trabajo.

Ver películas también es instructivo. Casi todas las superproducciones más modernas de Hollywood son irremediablemente largas y holgadas. Intentar visualizar cómo mejorarían estas películas con unos cuantos cortes radicales es un gran ejercicio en el arte de la narración de historias. Lo cual me lleva a…

2. Corta a lo loco

Menos es más. Con frecuencia he leído manuscritos —incluyendo los míos— donde tengo, por ejemplo, el principio del capítulo dos y pienso: «Aquí es donde la novela debería empezar».

Una enorme cantidad de información sobre el personaje y su historia de fondo puede contarse a través de pequeños detalles. El vínculo emocional que se siente al leer una escena o un capítulo será menor a medida que nos encontramos con otras historias. Tienes que ser profesional. De hecho…

3. Trata la escritura como un trabajo

Sé disciplinado/a. Muchos escritores se ponen un poco obsesivo-compulsivos con esto. Es conocido el hecho de que Graham Green escribía quinientas palabras al día. Jean Plaidy despachaba cinco mil antes del almuerzo, luego pasaba la tarde respondiendo correos de sus seguidores.

Mi mínimo es de mil palabras al día, las cuales a veces son fáciles de conseguir; y a veces, francamente, se hacen cuesta arriba, pero me obligo a permanecer sentada en mi escritorio hasta que lo consigo, porque sé que haciendo eso estoy consiguiendo que el libro avance. Esas mil palabras puede que sean basura —casi siempre lo son—, pero es más fácil reescribir palabras basura que nada.

4. Escribir ficción no es “autoexpresión” ni “terapia”

Las novelas son para los lectores y escribirlas implica una astuta, paciente y generosa construcción. Pienso en mis novelas como en atracciones de feria: mi trabajo es atrapar al lector en su asiento al comienzo del capítulo uno; después tengo que arrastrarlo a través de escenas y sorpresas en un viaje cuidadosamente planeado y con un ritmo gestionado con finura.

5. Respeta a tus personajes, incluso a los secundarios

En el arte, como en la vida, todo el mundo es el héroe de su propia historia. Merece la pena reflexionar sobre cómo son los personajes secundarios de tus historias, incluso cuando solo van a coincidir de pasada con tu protagonista. Al mismo tiempo…

6. No sobrecargues tu narrativa

Los personajes deben ser individuales pero funcionales, como figuras de un cuadro. Piensa en la obra La coronación de espinas, del Bosco:

el bosco

En ella el autor recrea a un Jesús que sufre paciente rodeado por cuatro hombres amenazadores. Cada uno de los personajes es único, y sin embargo colectivamente forman una narrativa más poderosa, por estar construidos de manera tan precisa. En un aspecto similar…

7. No sobreescribas

Evita las frases redundantes, los adjetivos que distraigan, los adverbios innecesarios. Los principiantes parecen pensar que la escritura de ficción necesita todo tipo de florituras, a diferencia del lenguaje cotidiano.

Esto es un malentendido que puede subsanarse con la obediencia de la regla número uno, leyendo a Col, Tóibín o Corman McCarthy, por ejemplo, para descubrir como una limitación de vocabulario deliberada puede producir un sorprendente impacto emocional.

8. El ritmo es crucial

Escribir bien no es suficiente. Los estudiantes de escritura pueden ser geniales produciendo una sola página de escritura bien elaborada. Lo que les falta a veces es la capacidad de llevar al lector en un viaje, con todos los cambios de terreno, velocidad y humor que un largo viaje conlleva.

De nuevo, creo que ver películas puede ayudar. A la mayoría de las novelas les interesa moverse hacia atrás y hacia delante en una manera bastante cinematográfica.

9. No entres en pánico

A medio camino en la escritura de una novela, suelo experimentar momentos de terror que me hielan los intestinos. Al contemplar la pantalla delante de mí veo más allá ella y me imagino, en rápida sucesión, los comentarios burlones, la vergüenza, mi carrera fracasando, la disminución de mis ingresos, la casa embargada, el divorcio…

No dejar de trabajar tenazmente durante crisis como esta suele empeorar las cosas. Alejarme del escritorio durante un rato puede ayudar. Hablar del problema con otros me hace recordar lo que intentaba conseguir antes de atascarme. Dar largos paseos casi siempre me lleva a pensar en mi manuscrito de una forma nueva. Y si todo esto falla, siempre nos queda rezar. San Francisco de Sales, patrón de los escritores, me ha ayudado con frecuencia a salir de una crisis. Si quieres una red más amplia, puedes intentar contactar con Calíope, la musa de la poesía.

10. El talento triunfa sobre todo lo demás

Si eres un gran escritor/a, no necesitas aplicar ninguna de estas reglas. Si James Baldwin hubiese tenido la necesidad de avivar el ritmo un poco, nunca habría conseguido la intensidad lírica de La habitación de Giovanni. Sin prosa sobrecargada nunca habríamos tenido la exuberancia lingüística de Dickens o de Angela Carter. Si cada uno de nosotros economizase sus personajes, entonces no existiría Wolf Hall

De todas formas, la mayoría de nosotros deberíamos acatar las normas y, sobre todo, entender para qué son y cómo funcionan. Solo así podremos experimentar con ellas y romperlas.

Escribir cuentos

Escribir cuentos

Escribir cuentos

Para los aficionados a escribir cuentos, incluimos aquí un resumen de un artículo muy interesante de Manuel Alberca Serrano, titulado “Aproximación al cuento moderno”. El artículo se publicó en el nº8 de la Revista Cauce, Revista de Filología y su Didáctica, y el artículo original completo puedes leerlo en la web del Aula Virtual Cervantes.

La dificultad de escribir cuentos reside, sin duda, en que su compleja y precisa estructura hace que se asemeje a la maquinaria de un reloj, donde ninguna pieza sobra y ninguna debe faltar, so pena que éste no funcione y su fracaso sea más ostensible que en otros géneros de reglas menos rígidas, como la novela o el poema.

De este modo, analizo los elementos fundamentales de esta maquinaria, que conviene conocer para escribir cuentos, al tiempo que el contraste comparativo con los rasgos de la novela servirá para evitar todo elementos que carezca de funcionalidad en el cuento. Dichos elementos fundamentales a tener en cuenta a la hora de escribir cuentos son:

  1. Suceso único.

El cuento es, ante todo, la narración cuyo argumento se reduce a un único suceso o hecho en estado puro, es decir, reducido a su síntesis y desprovisto de pormenores anecdóticos. Este rasgo del cuento, sin ser el más importante, es la base sobre la que se van a ir superponiendo el resto de elementos, con los que mantiene una fuerte interrelación. Por tanto, de esta característica argumental del cuento —ocuparse de un solo acontecimiento— se derivan el resto de características que dan especificidad a este género literario.

La elección de un suceso sorprendente, extravagante, es un buen punto de partida para escribir cuentos. Hay que destacar que en literatura, como en casi todas las artes, el factor sorpresa y la ruptura del automatismo con que asimilamos los acontecimientos cotidianos —«desautomatización o estrañamiento»— constituyen un argumento para captar y atrapar la atención del lector.

2. Íntimamente ligado al rasgo anterior, se encuentra la brevedad. En realidad, esta no es una característica propia del cuento, como generalmente se ha dicho, sino una consecuencia que se deriva de que para contar un suceso no son precisas muchas palabras.

Augusto Monterroso ha escrito el cuento más breve que se pueda, quizás, imaginar; tan breve que es posible citarlo por completo. Lo titula El Dinosaurio, y dice así: «Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí». Sin embargo, podrían darse cuentos, y se han dado —como La increíble y triste historia de la Cándida Eréndira y de su abuela desalmada, de García Márquez—, que no sean necesariamente breves.

De cualquier modo, el relato del hecho no debe prolongarse más allá de lo que se necesita para desarrollarlo y explicarlo.

  1. Tensión y efecto.

Tan importantes como la brevedad del cuento, son la tensión y el efecto que se deben producir en el lector, y ambos factores se necesitan recíprocamente. La narración del cuento no debe conocer momentos bajos o digresivos, como puede ser la descripción de una habitación, que en una novela llega a ocupar una o varias páginas. El cuento ha de mantener en su brevedad, una tensión o intensidad constantes. Esto quiere decir que un relato breve no pueda tener aparentemente momentos descriptivos o digresivos, pero, como más abajo se verá, estos alcanzan a lo largo del relato una funcionalidad muy precisa; es decir, cada elemento del cuento, por pequeño que parezca, debe estar plenamente justificado en su relación con el resto, de tal modo que ningún elemento debe quedar suelto.

Quiero decir con esto que el cuento no conoce tiempos muertos, porque la tensión debe sentirse de principio a fin. Para ejemplificarlo, digo que una novela se puede leer a lo largo de varios días y con tantas interrupciones como creamos necesario hacer sin que nada de lo fundamental se pierda. En un cuento, no. El cuento exige del lector una lectura de un tirón, de una sola vez, si no queremos que el efecto y la tensión de diluyan. Y cuando el cuento es bueno, y nos ha enganchado totalmente, no podremos dejarlo hasta el final.

… Y precisamente para que el cuento mantenga la tensión necesaria y el efecto final no se evapore, los elementos de tensión deben estar calculados y dosificados debidamente. A esta técnica de crear y sostener la tensión se le puede llamar recurrencia, sirviéndome de un término que procede de R. Jacobson. Para ello es preciso que al escribir cuentos tengamos presente que todos los elementos deben someterse al hecho central del relato, como si cada palabra, objeto o detalle de éste fuera un indicio del hecho argumental o influyera en él.

  1. Narración y tiempo.

Hasta ahora he hablado de los elementos del cuento como son suceso, tensión y efecto; es decir, he tratado de cómo encontrar un buen argumento y de cómo dosificarlo a lo largo del relato. Pero nada se ha dicho todavía de su desarrollo narrativo.

Narrar, como se sabe, es referir uno o varios sucesos desde una determinada perspectiva temporal. El tiempo propio de la narración es el pasado, como mostró E. Staiger, y el cuento género narrativo por excelencia, adopta esta perspectiva temporal de manera prácticamente constante. Pueden escribirse relatos desde una perspectiva de presente, pero esta posibilidad es obviamente una licencia narrativa, que se utiliza según convenga al cuento. Por no hablar del relato en tiempo futuro, que en su presunción máxima antes que una narración sería una previsión.

Los relatos de ciencia ficción o fantaciencia que son por definición los más futuristas, dejando aparte otras consideraciones sobre su intención, están escritos como si los hechos allí contados estuviesen sucediendo o hubiesen sucedido ya.

En el aspecto del tiempo, la novela suele ser bastante más flexible y alternar los distintos tratamientos temporales, en un procedimiento que quiere crear la impresión de una cadena de hechos abierta hacia el futuro. Por el contrario, el cuento adopta una estructura temporal mucho más rígida, y precisamente en ese aspecto radica una de las dificultades de escribir cuentos buenos. El cuento narra un suceso acabado y por tanto se sitúa siempre en el pasado.

Pero la peculiaridad de este hecho ya ocurrido es que alcanza con su influencia el presente (tiempo desde el que se narra y que necesariamente coincide con el tiempo de la lectura), porque es en este momento cuando se explica o se comprende la razón de ese suceso o cuando menos se abre una interrogación sobre ese hecho ya sucedido que no encuentra respuesta sino en forma de duda.

  1. Personajes.

El auténtico personaje del cuento es, deber ser, el acontecimiento mismo que se constituye en su protagonista. Los personajes carecen de relieve propio y deben estar concebidos en función del suceso central. Horacio Quiroga, a propósito de este aspecto, en su lapidario e irónico Manual del perfecto cuentista dice: «Toma los personajes de la mano y llévalos firmemente hasta el final, sin ver otra cosa que el camino que les trazaste. No te distraigas viendo tú lo que ellos no pueden o no les importa ver».

Todo personaje que quiera alcanzar un protagonismo en el cuento o una caracterización psicológica, social o política muy marcadas estará impidiendo la viabilidad efectiva del cuento y terminará por eclipsar lo único importante: el hecho contado.

Consejos de escritores

Consejos de escritores

Consejos de escritores para escritores

Escribir buena ficción es cuestión de ensayo y error, superar el rechazo y tener una fuerte voluntad. Aunque hoy en día casi cualquier persona puede publicar un libro mediante la autoedición, convertirlo en un éxito es otra historia. Estos son algunos consejos para escritores de escritura de ficción de éxito que nos ofrecen escritores como Stephen King y Sue Grafton.

  1. Escribe porque te gusta escribir

Escribir debe hacerte feliz. Si solo lo haces por fama y riqueza, se convertirá en una tarea. La pasión será tu mejor alidada y te llevará a mejorar la calidad de su trabajo, a seguir creciendo como escritor porque querrá ser cada vez mejor. Cuando se escribe para tu propia satisfacción personal, es más probable satisfacer a otros. Stephen King ha mantenido que él con gusto escribiría gratis. El dinero y la fama era solo un bono añadido. (Suponemos que su editor no comparte su voluntad altruista).

  1. Dedícale tiempo

La escritura es un proceso lento que requiere tiempo y esfuerzo.  Sue Grafton tarda dos años escribir un libro, algunos escritores más. Terminar una novela puede convertirse en una lucha contigo mismo. Puedes encontrarte obstáculos, como lo que se conoce como bloqueo del escritor, pero no puedes renunciar si quieres llegar a alguna parte.

  1. Atrae a tu audiencia

Uno de los secretos de la escritura de éxito es escribir con intensidad, convicción y emoción. Que sus lectores sientan algo, ya sea tristeza, dolor, golpes, amor, ira o incluso odio. No tengas miedo de la controversia, un poco de polémica no viene mal para crear una buena historia. Hay que hacerse notar, e incluso la atención negativa es mejor que ninguna atención.

  1. Utiliza experiencias reales

Uno de los consejos de escritura que utilizan la mayoría de los autores es partir de experiencias reales. Eso les ayuda mejorar y construir una historia alrededor de los hechos que sucedieron en la realidad. Sue Grafton utilizó su propio fracaso matrimonial como material de escritura. Stephen King ha conseguido inspiración simplemente mediante la observación de conversaciones.

  1. Investiga

Investigar y documentarse es indispensable para un buen escritor. Aumenta la credibilidad y calidad de tu escritura. Sue Grafton, por ejemplo, ha dado clases de derecho y defensa personal para conectar con su protagonista, un investigador privado. Si estás escribiendo sobre un crimen en un estado en particular, debes conocer las leyes de ese estado en materia legal, las pautas de investigación, y estaría bien entrevistar a policías, fiscales y abogados defensores.

Para finalizar, el consejo más importante: ¡ Disfruta escribiendo!

Escribir poesía

Escribir poesía

Escribir poesía, por Andrew Motion

Hemos compartido en este blog muchos de los consejos para escribir que nos dejaron cuentistas como Roberto Bolaño, Andrés Neuman o Lorrie Moore; y novelistas como Stephen King, Ray Bradbury  o Mark Anderson. Quizá haya llegado el turno de escuchar los consejos de los poetas. El escritor, poeta y novelista inglés, Andrew Motion nos dejó estos cinco consejos para escribir poesía. ¿Te animas a ponerlos en práctica?

  1. Deja que el tema te encuentre.

Mis padres no eran escritores y nunca leyeron mucho.  Mi padre una vez me dijo que solo había leído la mitad de un libro en toda su vida. Tuve sin embargo, un profesor de inglés maravilloso  que se llamaba Peter Way. Estaba siempre en mi cabeza, me abrió los ojos y fue él quien me dio la vida realmente.

Cuando tenía diecisiete años, justo cuando comenzaba a experimentar con la poesía, mi madre tuvo un accidente en la que perdió la vida. Me encontré a mí mismo buscando la forma de expresar los sentimientos que sentía sobre todo esto de alguna forma que fuera un alivio para mí. Siempre he creído que la muerte es mi tema de escritor. Tú no encuentras tu tema, tu tema te encuentra a ti. Para mí, escribir poemas no es simplemente una cuestión de duelo, aunque muchas veces sí lo sea, sino es querer resucitar o preservar o hacer cosas que van en contra del hecho de nuestra mortalidad.

  1. Busca en tus propios sentimientos

Creo que cuando los poetas dicen que no están escribiendo sobre sus propios sentimientos, es que no están interesados en lo que están haciendo.  No quiero decir que lo escriben sean poemas malos, pero esos no son los poemas que más me gustan. Los poemas que más me gustan son aquellos en los que el motor es muy emocional, donde la calidez del sentimiento fuerte es muy de gran alcance presente en lo que se está dando a nosotros. Creo que la poesía es una forma más bien emocional y cuando no es que no estoy muy interesado en él.

Los poemas que más me gustan son aquellos en los que el motor es uno muy emocional, donde la calidez de sentimientos fuertes está muy presente en aquello que se nos es dado. Creo que la poesía es algo muy emocional y cuando no lo es, no me interesa mucho.

  1. Utiliza todo lo que tienes en tu caja de herramientas.

No he escrito un poema con rima desde hace años, parece que he perdido el gusto por escribirlos, aunque no he perdido el placer en leerlos. Creo que alguien que insiste en el uso de la rima no está pensando realmente sobre lo que es la poesía o lo que puede llegar a ser.

Dicho esto, es importante tener en mente que como escritores y poetas, tenemos una especie de caja de herramientas, en la que tenemos todo tipo de piezas que no están disponibles para otros tipos de escritores y la rima es una de estas. No utilizar nunca rima en tus poemas sería como comprar un coche y nunca pasar de la segunda velocidad. Utiliza todo lo que tengas en tu caja de herramientas.

  1. Si te atascas, ve a caminar o lava tu cabello.

Wordsworth dijo una vez que el caminar estaba muy relacionado con el proceso creativo. Cuando me bloqueo al escribir, voy a dar un paseo o, si no dispongo de mucho tiempo, me lavo el cabello. Parece que eso hace que se despierte mi cerebro, dice Motion.

  1. Lee mucho, revisa y persevera.

Lee muchísimo y por supuesto, escribe muchísimo, pero asume también que tus primeros pensamientos no son siempre tus mejores pensamientos. Por eso, como escritor, debes revisar, revisar y revisar, y no debes esperar que todos los poemas funcionen, porque no lo harán.

No vivas en una torre aislada, lee los periódicos y sé parte del mundo. ¿De dónde crees que vienen los temas si no es del mundo que te rodea?

Persevera. Creo que al principio de tu vida como escritor debes aceptar que en unos años, o posiblemente en unos meses, podrás empapelar toda tu habitación con cartas de rechazo que recibas. Pero no dejess que esto de desanime. Si lo tienes, lo tienes.

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